Un apuesto joven al que besó en los labios con dulzura, le pidió que le siguiera. Por el camino habló recordando momentos dulces y amargos. Risas y lágrimas se intercalaban entre gritos y susurros. Luego, cuando giró su rostro para buscarle, ya no estaba. Solo un rostro desenfocado de voz dulce y cálida le decía "Hijo mío, no tenías que haberte dado tanta prisa en venir"
Cormoran
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