Quizá la luna sea un simple sueño plateado y redondo; y quizás el viento apenas un soplo, el mísero aliento que aún respiro. Desde que mi amada fue testigo y víctima de mi transformación, revelando mi existencia antes de morir, habito confinado en este agujero mugriento y sin luz, plagado de insectos y roedores de los que me alimento; surcado por fétidas aguas que agreden mi olfato y mi dignidad. Mientras me relamo las heridas infligidas por la debilidad de ese amor, ignoro mi instinto, mi origen, mi sino. Unas veces las cloacas me devuelven el reflejo turbio de un hombre; y otras veces, el de un infame animal.
Saryle
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Sobrecogedor y asfixiante... Tristísimo...
ResponderEliminarHola Eglon. Yo supongo que, tras toda leyenda urbana, existe algo de realidad; algún hecho atroz y algún triste protagonista.
ResponderEliminarEntra entre claustrofia y pena. Muy bueno.Un abrazo
ResponderEliminarSí que es agobiante, Albada. Quizá la leyenda hablase del terrible monstruo de las cloacas o, tal vez, del hombre que mató bestialmente a su amada. Pero eso no impide que nos apene escuchar su versión de la historia. Un abrazo.
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