Aquella sombra que siempre cubrió mi horizonte, inabarcable casi como el infinito, imprecisa en sus trazos y en sus térreos matices, empieza a diluirse, permitiéndome intuir a su través las coordenadas del tiempo. Y en su interior, cada vez menos oscuro, otro tiempo maldito ha clavado unas cuantas cruces blancas, una por cada uno de los amigos a los que no volveré a ver. Querría haber sido bendecido con una fe que no poseo, para creer que cuando la sombra desaparezca y mi cruz señale su final, podré reunirme con ellos. mj
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