Con desaforada inquietud se dejó vencer por la consternación de estar viendo la premonición de su destino. La lectura de las cartas del Tarot descifraron la secreta magia de su propio corazón templado a fuego.
Si estaba por morir por esa niña de piel de lirio, ojos de esmeralda al alba y luces de malabarista con encajes, sólo quería escapar.
Para salvarla de sí misma.
Para salvarse.
Albada
Las cartas trenzaban respuestas buscadas ante su desesperación por salir de una situación angustiosa de la que solo ella sabía como afrontar, sin perder esa verde mirada infantil.
ResponderEliminarEn realidad, no creo que la joven tuviera conciencia ni de existencia de la pasión de ese hombre. Pero es que el mundo de la adivinación se nutre de corazones encogidos, doloridos y expectantes. Y seguramente puede hacer mucho daño.
EliminarUn abrazo.
Interesantísimo y angustioso micro, Albada, sobre la marcha atrás del reloj. Dicen que las estrellas que vemos son las que se crearon al comienzo del mundo, cómo son actualmente no lo sabemos, la luz tarda en algunos casos miles o millones de años en llegarnos. Mirarnos en nuestro origen y admirarnos, salvarnos o aniquilarnos, es un ejercicio que, tal vez, debiéramos hacer cada día, antes que llegue a no tener remedio, inclusive yendo a la echadora de cartas. Un abrazo.
ResponderEliminarEstoy totalmente de acuerdo contigo. Si uno escuchara más hacia adentro, a sus propias voces, encontraría dentro de sí mismo la fuerza de todas las estrellas que ya han sido generadoras de vida.
EliminarPero el miedo al futuro, es el miedo que uno tiene. El negocio de los adivinos se basa en la debilidad ante los propios miedos.
Un abrazo.