Él era un hombre vulgar, de esos que pasan desapercibidos hasta en el desierto. Ella era una princesa encantada, una dama de cuento gastado. El destino ya había decido que no cruzarían sus caminos. Por eso, cuando se despertaron con el pelo revuelto, disimularon y fingieron no conocerse.
Cronopio
Bienvenido Cronopio. Tu subconsciente activo, le vendrán muy bien a este blog. Estupendo relato.
ResponderEliminarDe nuevo felicidades, yo también quiero un arrepentimiento de esos del destino para mí ¡a nadie le amarga un dulce!
ResponderEliminarDelicioso micro y muy bien escrito ...y más real de lo que parece.
ResponderEliminarGrande de nuevo, y en este caso con el toque de humor, un poco tipo Inopio, al que tambien admiro.
ResponderEliminar