sábado, 2 de octubre de 2010

Calma

Desde su posición sólo podía ver una hilera infinita y desordenada de cadáveres despedazados nadando entre restos de vísceras y sangre. El silencio silbaba una melodía cansina. La última andanada de obuses habia cumplido su macabra misión con saña, no cabía duda. Se quitó el casco, salió de la trinchera, se sentó sobre una piedra y encendió un cigarrillo, coqueteando con la esperanza de que sonara pronto el despertador.

Cronopio


1 comentario:

  1. Durillo, muy durillo. Esos sueños en los que esperas con ansia que sean eso, solamente sueños...

    ResponderEliminar