sábado, 2 de octubre de 2010

Mirina, la casona del acantilado

Los nuevos inquilinos no usaban espejos, pero a pesar de ello la casa se seguía llenando de recuerdos. Con cada capa de pintura una nueva vida comenzaba, y bajo esta los recuerdos de los anteriores no se borraban, se almacenaban. Cuando derribaron la casona para construir un nuevo edificio, un gran socavón apareció. Tardaron en iniciar la obra, aquel socavón tenía la forma perfecta de un corazón, un corazón lleno de espejos rotos.
Cormoran

2 comentarios:

  1. Muy bonito. Espejos rotos, recuerdos...destila melancolía. Enhorabuena.

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  2. Muy bonito Cormorán/Mirina, mirarnos en este espejo de dos caras.

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