El escritor invitó al lector a su casa. Compró para él el mejor vino y colocó rosas rojas en cada mueble. El lector, educado, se sentó, bebió el vino y olió las rosas. Luego felicitó al escritor por su hermosa residencia, se puso en pie y se colocó el abrigo. Éste sacó una pistola y le disparó. Ni siquiera así logró que se quedase. La ambulancia se lo llevó una hora después.
Heartguitar
Buen relato. Terrible soledad la del escritor...
ResponderEliminarEn las estrellitas decía que yo había votado antes de hacerlo. Lo hice de todos modos pero no cambió el mensaje de 15 votos. Saludos
La soledad del escritor es elegida; su auto-engreimiento, no. Quizá los escritores más admirados fueron, además de buenos, también sencillos ante la vida, ¿verdad?, y quizá también buenas personas.
ResponderEliminarEso si, los presos de la cárcel a la que mandaron al escritor, por asesino de lectores, estaban encantados con su presencia en la penitenciaria. Llevaban tiempo esperando que entrase alguien con pluma.
ResponderEliminarCon pluma de escritor, ya que tenían a alguien que les escribiera hermosas cartas para sus mujeres y novias, no como las que ellos escribian, sosas y diciendo siempre lo mismo. Ahora les hablaban de amor, de pasión, de vinos y rosas con perfume maravilloso y que juntos olerian y paladearian en cuanto salieran de prision. El escritor estaba encantado. Lo había logrado, tenía gente que le pedía que escribiera y que le pagaba con cartones de tabaco y otras menudencias y lectores que esperaban ávidamente sus escritos en la sombra.
ResponderEliminar@Tagore123
ResponderEliminarMe encanta tu continuación, Tagore. Muchas gracias.
@cormoran
ResponderEliminarJa, ja, Cormorán, eso suponiendo que se envíe a la cárcel a los escritores que matan a sus lectores. Yo sé de muchos que asesinan a muchos de aburrimiento y siguen tan tranquilos, libres como tú y yo.
@papelylápiz
ResponderEliminarAy, no sé Papelylápiz, quisiera creer lo que dices.