Salió esa mañana asfixiada por un nudo en la garganta. Regresó del trabajo, colgó el abrigo en el despertador, hundió su cabeza en la almohada y lloró. Otra jornada igual que la anterior. La rutina la despertó temprano y la sumisión arrastró sus pies. Volvió tarde a su casa. Como hacía calor ahogó el reloj en la bañera. Corrió las cortinas para que la luz del día no disipara su oscuro propósito de no volver a ese sitio fatigoso y hostil. Esa mañana llegó tarde al trabajo.
Saryle
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