En la esquina choqué con él, era un anciano de buen aspecto, pero sus ojos suplicaban ayuda y le temblaban las manos.
Me contó que se había perdido y no recordaba quien era, ni donde vivía.
Examiné sus bolsos y le acompañé a casa.
Seguí mi camino, pero algo se había roto en el día, entonces me vino a la cabeza la palabra DESCONSUELO, era sonora y redonda, como una bola en la boca del estómago.
desasosegada
Amiga desasosegada, redondo y contundente también tu relato. Gracias.
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