sábado, 13 de noviembre de 2010

Hôtel Biarritz

Subo las amplias escaleras que dan dignidad añadida al modesto hotel, y entro en la habitación. Allí está, sentado en el sillón del fondo, blancos cabellos, blanco bigote y dignísimo porte. Está leyendo el diario que él mismo había escrito, describiendo el viaje que había iniciado en esta misma habitación hace 40 años, en Tánger. Quiero preguntarle por su presencia y su lectura de aquello que aún había de sucederle. Pero una ráfaga de aire mece las cortinas y se lleva la imagen de mi abuelo.

tapia


2 comentarios:

  1. Estas dos y las de La Cartuja son historias muy bien construidas, tapia, da gusto leerlas.

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  2. Totalmente de acuerdo con mirina. Se leen tan bien tus relatos encadenados, que se me hace estar leyendo una buena novela. Saludos, tapia.

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