martes, 16 de noviembre de 2010

Insondables colores

El niño, vestido con una túnica, se afana entre grandes recipientes de adobe repletos de tintes de matices insondables, la gigantesca paleta de un dios primordial. Un nauseabundo efluvio de siglos de curtidos recuerda al observador los deletéreos riesgos que comportan esos colores atemporales. El niño cae desvanecido. Desde la terraza, el observador fotografía aún con mayor excitación. Esto es Fez. Sus madrasas y su medina, los antiguos colores de las tenerías y sus niños intoxicados.

tapia


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