sábado, 20 de noviembre de 2010

Metroficina

Para su disgusto, tuvo que empezar a usar el metro. Un día, llevó material de trabajo. Vio que podía concentrarse y que el tiempo le cundía más que en la oficina, sin tener que soportar peleas entre colegas. A partir de entonces trabajaba cada vez más en el metro. Escribía memorandos y e-mails, negociaba por el iPhone. Decidió vivir allí mismo. Arrastraba en un carrito sus enseres personales y de oficina. Se sentía libre, productivo. Sólo seguía necesitando una buena conexión de banda ancha.

tapia


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