Patxi fue criado en Oyarzun y a la muerte de su madre reclamó su identidad. En el pueblo no desaprobaban su obsesión por los trajes de faralaes, sino que hubiera dejado de llevar boina para colocarse la peineta. Su cuadrilla nunca se acostumbró a oírle cecear y en el taller no consiguió que lo llamaran Curra. El día que recibió la amenaza hizo las maletas y se fue. Se gana la vida dando clase de sevillanas en un cuchitril en Amberes. Su vida es una fiesta perpetua. Añora el txacolí.
Alsquare
Es muy triste el relato, Alsquare. Conservar los orígenes está muy bien, pero donde hubiéramos llegado si todos rechazamos la integración y las mezclas culturales. El relato me gusta, el final es determinante para entenderlo. Pobre hombre. ¿Habrá txacolí en Bélgica?.
ResponderEliminarAl final dónde nacemos o cómo nacemos, qué más da. Lo importante es quién y qué es uno. El mundo está lleno de imposturas y de lo políticamente correcto.
ResponderEliminarMe ha gustado este mr. y me ha hecho pensar también en por qué no podemos vivir varias vidas. Bailar sevillanas y beber txacolí. Quizás una buena forma de hacerlo es leer mr. como éste.