domingo, 14 de noviembre de 2010

Qur’an

Un penetrante cántico con tonos de ultratumba me despierta a las cuatro de la madrugada. Aún es noche cerrada. No identifico el origen de ese canto monótono; puede provenir de la mezquita, o de esta habitación, dedicada al libro sagrado, donde tengo el honor de dormir. En el centro de la estancia está el gran libro, abierto sobre un atril, y veo cómo desde él la grave llamada se alza hasta la pared orientada hacia la Meca y se funde con las letras de alabastro que representan el nombre de Allah.

tapia


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