martes, 30 de noviembre de 2010

Segundas partes nunca fueron buenas

Pletórico de entusiasmo, repasó cientos de veces la grafía de aquél número telefónico, tantas veces denostado y finalmente apartado en el sombrío rincón del olvido. Su semblante marcó una mueca que invitaba a la complicidad. Decidió no llamar, sabría donde encontrarla. Las sorpresas alimentadas en el hedonismo, dibujaban una actitud natural, sincera.
Flores frescas y dos entradas al teatro, no fueron suficientes, para que una amalgama de fatalidad le impidiera verla una vez más.
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