domingo, 7 de noviembre de 2010

Sonrisa de invierno

Su media sonrisa era como una connotación al margen en una novela de terror. Me asustaba ver asomar ese colmillo afilado sobre un labio inferior carnosamente seductor. Era tentador, eso no lo puedo negar y fue bonito mientras duró, tampoco lo negaría nunca. Pero los dos sabíamos lo irresistible que le resultaría sin bufanda. Por eso y con la primavera a la vuelta de la esquina, no me quedó más remedio que comprar 5 kilos de ajos a Julia, la de la frutería de la plaza del Conde.

Blastocito


1 comentario:

  1. Que difícil esquivar las tentaciones, sobre todo con Julia, aquel ser que de día vendía ajos y de noche se transformaba en el deseo de su víctima

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