No creas que no contextualizo tus burdas excusas y la fiel incoherencia de tus pretensiones sobre mí. Sé muy bien que sabes perfectamente que intuyo la retorcida lógica que subyace a tu ambigua sonrisa, el vacío lunar que inspira el equívoco brillo de tu mirada, y el rancio aire que agita tu simulada pasión. Y sé que sabes que, al igual que la tuya, mi piel se marchita, desesperada, cada minuto que transcurre sin interpretar nuestro simulacro.
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Error de diagnóstico
ResponderEliminarTe equivocas, sin quererlo o adrede. Mi sonrisa no es ambigua: es un rictus; el brillo de mi mirada es del temor a perderte. Y mi pasión no es simulada, sino contenida por tus miedos: pero franca y sincera. Sabemos que sabemos, sabes que sé y sé que sabes. Pero esto no es un simulacro, sino fuego real.
Tenemos que hablar.
Claro que sí. Sí a todo.
ResponderEliminarVamos entonces. ¿A qué esperas?
ResponderEliminar"Tenemos que hablar" dijo el primer anónimo comentarista. Se dijo a sí mismo: "Vamos, ¿a qué esperas?"
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