El día discurre lánguido, se toma su tiempo para desaparecer como uno más del año. Acabo saltando de una fecha a otra como si se tratara de una rayuela interminable. A veces coincido con las caras de la luna y conversamos, pero pronto me harto de tanta cháchara sentimentalista y me recluyo en los nombres de los santos. Allí medito sobre mis faltas, porque ellos me repiten incansablemente que fue mi culpa, que estoy atrapado en este almanaque por desear, preso de lujuria, pasar el año junto a la chica desnuda del calendario.
Saryle
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Saryle

Cada uno tenemos nuestra propia prisión, pero ¿crees que siempre es por un pecado cometido?
ResponderEliminarNo creo en el "pecado" como tal. A veces nos aprisiona dejarmos guiar por nuestras emociones e instintos, otras nos aprisiona no hacerlo. Lo importante es no caer en las redes de la "culpa" que otros quieren adosarnos.
ResponderEliminarUn saludo, Vanadis.
Para un día de calendario el tiempo debe de transcurrir más o menos como lo hace para la gata de mi hija, es decir, esperando que empiece, que transcurra, que finalice y esperar que le toque al día siguiente el continuar con el transcurso del tiempo. No me extraña que desease algo diferente. Un texto muy imaginativo e interesante.
ResponderEliminarGracias Tallaets, por tu comentario. Bienvenido al blog. Un saludo.
ResponderEliminarDesde que somos conscientes del tiempo, somos sus prisioneros. Unas veces jugamos con el y otras contra, pero siempre sabedores que seremos derrotados, asi que, de vez en cuando, tratamos de romper las reglas.
ResponderEliminarUn saludo