sábado, 5 de febrero de 2011

Éxodo

El arrullo de las olas lo adormece. Se deja acunar y zarandear como un náufrago resignado en brazos del océano. Sólo queda él en la pequeña embarcación. Sueña que está en un moisés y que pronto una princesa lo sacará de las aguas. Nada sucede. Continúa a la deriva en ese inmenso desierto mojado de sal. Despierta cuando su barca destrozada ya está varada en la playa. Ha llegado a la tierra prometida. Se arrastra entre pequeñas dunas y palmeras hasta que grandes edificios aparecen ante su vista. Ha sobrevivido a su éxodo y aún así, sabe que no es suficiente. No sin papeles.

Saryle

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3 comentarios:

  1. !Qué bonito, Sara! hasta me mareo el vaivén, jeje

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  2. Gracias Marga. Supongo que los brazos del mar, aunque te mezcan y acunen, son implacables. Un saludo.

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  3. Un tema muy duro, tratado con mucha suavidad y belleza, Saryle. Interesante esa fusión transcultural que también puede leerse en el concepto "éxodo".

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