El fragor de las olas rompiendo en las rocas fue el preludio de un desenlace inevitable.
Sabía hace tiempo que la espuma y las mareas son caprichosas, había asumido ya que las sirenas, antes o después, siempre dejan de cantar.
Cerré los ojos, me dejé arrullar por el aroma a salitre y azar y me anclé a aquel último beso como quien se amarra a un último puerto, tan incierto como efímero.
Cronopio
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Sabía hace tiempo que la espuma y las mareas son caprichosas, había asumido ya que las sirenas, antes o después, siempre dejan de cantar.
Cerré los ojos, me dejé arrullar por el aroma a salitre y azar y me anclé a aquel último beso como quien se amarra a un último puerto, tan incierto como efímero.
Cronopio

Y todo ese saber y esa incertidumbre, la dan, me imagino, la experiencia. Y por ello, tal vez, desde esa experiencia se aprende a disfrutar en su justa medida de cada momento, sin ilusionarse ni decepcionarse en denasía.
ResponderEliminarComo siempre...un placer leerte.
Ójala uno siempre lograra ese equilibrio en determinadas ocasiones...Muchas gracias, como siempre, por tus comentarios, cormoran.
ResponderEliminarDespués dices que exagero...
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