martes, 22 de marzo de 2011

Soledad


Eran 11 en la mesa, pero colocaban una docena de cubiertos, era su forma de honrar al padre difunto.
Un día faltó la abuela, después ¡que terrible accidente! los mellizos y paulatinamente fueron quedando menos comensales, pero siempre hubo 12 platos.
Hoy, sola en la enorme mesa familiar, come Teresa, la última superviviente, pensando que quizás los suyos estén juntos en un lugar, en el que hay una silla libre esperándola
Este pensamiento conforta su vida y su muerte, ya intuida y casi deseada.


desasosegada

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5 comentarios:

  1. A lo largo de mi vida, he oido muchas veces (afortunadamente no muchas) rogar a dios para que no tardara en reclamar su presencia (siempre por la reciente ausencia de un ser querido). El tiempo, casi siempre sabio, pone las cosas en su sitio y provee de nuevos estímulos para seguir viviendo.

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  2. Tienes razón, pero también hay quien desea marchar, aunque casi siempre es por deterioro físico personal. El resto de las veces que tiramos la toalla, como bien dices, transcurrido un tiempo la vida vuelve a latir con fuerza.

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  3. Hay una frase de una novela, que no consigo recordar cuál, que era: "Y cuando llegue la hora, irnos juntos". Por algún motivo quedó instalada en la memoria.
    Sobrecogedor y excelente tu mr, Marta. Gracias.

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  4. Muy fuerte, desasosegada, y muy bueno tu micro.
    Un saludo.

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  5. Hay una anécdota que me contó mi tío de 88 años casado hace 60. En una boda, mientras bailaban (aún bailan !que suerte!) le dijo a mi tía, "podíamos morirnos ahora aquí juntitos..." y mi tía contestó (romántica ella) "muérete tú si quieres, pero a mi no me líes". Jeje

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