En un intento de pactar con el tiempo, ajustó tres relojes: El de cuarzo, sin ningún tipo de mantenimiento, perfecto en dejarse llevar, el automático que se alimenta estrechamente del pulso vital y el de cuerda que es heredado y simboliza su atavismo. Ahora, no sabe que hacer, marcan horas diferentes y solo le apetece seguir el que mantiene su ritmo.
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Me gusta esta manera tan gráfica de plantear los diferentes tiempos de la vida y la angustia que a veces provoca esa búsqueda de equilibrio entre las necesidades y los deseos en la "gestión" del tiempo. Buen micro, 21.
ResponderEliminarMi obsesión por adaptarme al tiempo unida a mi afición-profesión por el mundo de la relojería me hizo divagar en las diferentes opciones que ofrecen las maquinarias precisas de estos maravillosos complementos.
ResponderEliminarGracias por el comentario, Mirina. Un saludo.