- Por supuesto que no, simplemente se lo presté para la boda.
- Pero ella no te lo ha devuelto, vaya amigas que tienes...
Tenía razón, el asunto me extrañaba. Esperé y esperé, pero finalmente tuve que llamarla.
Respondió su marido y me contó, con voz cansada, que había muerto.
Al salir de la cena intentaron robarla, me explicó pensativo. Nadie entiende porqué se enfrentó al ladrón con tanto ahínco, alguien como ella que jamás poseyó nada de valor ¿Qué podía temer perder?
desasosegada

Mu duro tu micro, Marga. La amistad, la fidelidad sobre todo...
ResponderEliminar¡Ya puedo comentar de nuevo! Gracias por tus consejos. Un abrazo.
Tus palabras me han dejado un desasosiego que dice mucho de ellas. Qué injustos somos a veces, muchas de ellas sin siquiera saberlo.
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