Cuando la piqueta penetró solo salió un chorro de polvo. Se
oyó un aleteo de invisible jilguero con alas de cristal.
Cuatro huesos apoyados en la pared cayeron por fin vomitando su último estertor.
Y nada más. Solo kilos de soledad, tantos como años de olvido.
Dentro de aquella pared, ellos y sus dos hijos. Sin poderse abrazar ante la muerte, ni arrodillarse para rezar.
Y, luego, solo polvo. Y silencio. Envueltos en la tela de araña que teje el olvido.
Gabriel Palafox
Blogged with MessageDance using Gmail | Reply On Twitter
oyó un aleteo de invisible jilguero con alas de cristal.
Cuatro huesos apoyados en la pared cayeron por fin vomitando su último estertor.
Y nada más. Solo kilos de soledad, tantos como años de olvido.
Dentro de aquella pared, ellos y sus dos hijos. Sin poderse abrazar ante la muerte, ni arrodillarse para rezar.
Y, luego, solo polvo. Y silencio. Envueltos en la tela de araña que teje el olvido.
Gabriel Palafox

Impresionante, Gabriel, muy bueno.
ResponderEliminarCaer en el olvido es sin duda, el mayor de los castigos, y una vez más, tu pluma, ha sido una guía generosa para mostrarnos esa faceta de la vida, que cuando elige a alguien lo lleva a un espacio que puede ser la muerte en vida.
ResponderEliminarSaludos, Gabrielpalafox.
Gracias 21 y Hank. Estoy ahora empezando un libro sobre la distancia y el olvido y se me cruzó este micro sobre la terrible situación de indefensión de una familia emparedada. Como paradigma del olvido.
ResponderEliminar