Cuando vio que sus palabras, sus silencios, sus dudas, sus certezas y sus sensaciones adquirían un leve pero inequívoco tono sepia, recogió sus pocos bártulos, hizo un hatillo con sus no demasiados sueños, y partió en busca de un nuevo rincón en que recuperar el pulso y la visión poliédricos, aquellos que, no hace demasiado tiempo, adornaban sus largas noches de insomnio.
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