viernes, 16 de diciembre de 2011

La vida de las palabras

Mis antepasados son árabes, a eso debo la sonoridad misteriosa de mi acento.
Serví en casas de nobles y plebeyos, de cleros y modistillas.
Franqueé el paso al novio aturrullado, a la vecina cotilla y a la tía Flora, todos los días a las 5 en punto.
Pero las palabras no somos eternas, desaparecida la función, desaparece el objeto y nos desvanecemos.
Sé que tengo poco futuro, pocos me recuerdan y pronto alguien aludirá a mí por última vez.
Por cierto, se me olvidaba decirles, mi nombre es aldaba.

desasosegada

2 comentarios:

  1. Muy bonito micro...pero no te preocupes querida "ALDABA", por aquí, en Al Andalus, donde vivo, aún estás bien viva, sobre todo en muchos pueblos andaluces donde el timbre y el interfono aún se consideran objetos sin alma.

    country49

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  2. !que suerte! a mi las aldabas requetechiflan, tengo fotografiadas un montón, esa campanada sorda que resuena en la casa me encantad, bueno creo, siempre he tenido timbre.

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