Rezaba rizando el rizo, pues su raza rozaba la prohibida raya que podía hacerle una raja en su piel roja.
Leyó el cartel que a la luz de una farola indicaba el fin de la zona en la que le estaba permitido estar, y menos a aquella hora del atardecer en la que las sombras entre los escombros no discernían entre la vida y la muerte.
Demasiado riesgo para un inocente cuya única culpa era haber nacido judio en una epoca equivocada y en un lugar equivocado, podría quizá correr, pero ¿Hacia donde?.
JESTA
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