jueves, 14 de junio de 2012

En la calle

Te vi la otra tarde, y por no poder controlar mis latidos, tomé la bocacalle que se abría a mi paso. Ibas solo y parecías pensar casi en voz alta. Tan abstraído, que bien segura estoy que no me viste. Cuando tropecé contigo al salir del Viena, hemos dicho "perdón" a la vez. Yo no me giré, pero sentí tus ojos en mi espalda, como en las noches de Abril. Aquellas en las que afirmabas que nada iluminaba la oscuridad como mi piel desnuda bajo la luz de la luna.

Aunque igual ni me conociste


Albada


8 comentarios:

  1. Si las relaciones fueran reciprocas y despertasemos las mismas emociones que sentimos, la vida sería más sencilla.
    Eso sí también mucho más aburrida.
    Buen micro.
    Un beso.

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    1. Gracias por tu lectura. La vida quizá es bien sencilla y nos empeñamos en ver o imaginar lo que la mente tiene a bien.

      Un abrazo

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  2. Te conoció resplandeciente, a la luz de la luna, pero no en el bullicio de una cafetería, apagada entre los ruidos, humos y olores propios, de un establecimiento, que sólo le permitió, admirar una bella espalda.

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    1. Se conocieron en una plaza, a los pies de una estatua ecuestre, plagada de sol y unas palomas insolentes.
      Ambos llevaban un libro. Ella en la mano, él en el bolso.
      Dispararon las miradas sin munición en las recámaras.

      Y con la luna, la magia se contuvo entre la piel por estrenar.

      Si te parece.

      Un abrazo.

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    2. Parece más real con ésta "apostilla" que usted hace a propósito de el comentario de Alfred. La figura de una magía latente, como un semáforo, regulador de un tiempo armónico,propicio. Una magia, esperta por serlo; por custiodiar el preciso instante, escondido en un tiempo más amplio.
      La falta de munición en la recámara, aporta una frescura sincera y noble poco frecuente en encuentros tan "fortuirtos".
      Un relato bello.

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    3. Los lugares comunes, las situaciones propicias, los estados de animo receptivos, las situaciones idílicas, todo presto para un encuentro placentero, deseado por ambas partes, con el justo miedo al desconcierto, a despejar la incógnita, que unos primeros besos de cortesía, pueden despejar.
      Un posible. Un abrazo Albada.

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    4. La magia de los muñequitos de los semáforos (ahora rojo quieto, ahora verde pasa), es demasiado previsible para ser mágica, pero gracias por el símil y por su amable comentario. Un saludo, Francisco.

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    5. Lo pintas idílico. No creo que en la realidad el justo miedo al desconcierto sea fácil de manejar, pero me gusta mucho que manejes ese tiempo de esa forma, en tu comentario.

      Un abrazo

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