domingo, 8 de julio de 2012

CHICHO

Fue a su encuentro de malas maneras.
Con cara de pendenciero, mal aliento y dientes fuera de sitio, simulando esa sonrisa eterna que siempre despistaba.
Ella sin percatarse había extendido la mano al visitante, quien al pisar territorio hostil sintió en una pierna el incisivo poder de ese pequeño perro caimán.
Tres segundos bastaron, y el intruso comprendió que aunque todo quedó en un susto, el "Chicho" le había dejado una declaración de guerra, con dos puntos morados, en un pedazo de su piel.

EMILIO BAREIRO


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