martes, 16 de octubre de 2012

Azar

No era un sábado más. Él se lo imaginó como el primero y último de un otoño atípico. Como el principio y final de una larga etapa gris. Todo empezó en una estudiada despedida. Compró castañas calientes como preludio de la última velada. Sembrada sobre el más humillante de los propósitos. Todo le salió del revés. Cuando quiso evitar, encontró. Restar nunca fue tan positivo. Tanto que al llegar al atril del puente, lloró. Pensó que cruel era su destino mostrándole las mejores vistas como epitafio.

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2 comentarios:

  1. Muy bueno. Me encanta la frase de las castañas asadas. Para mí, siempre han ido indisolublemente unidas, más que al otoño, a mi infancia. Bravo, 21

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  2. Gracias, Hank. Ese olorcito marca el cambio de estación real, sin calendarios ni días por medio. Quise agradecer a esa persona que todos conocemos, que cambia las palabras recomendadas con disposición y regularidad altruista.

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