Regresé a casa y ya en el portal noté que la luz era más gris que últimamente. Accedí al interior y en el rellano, las paredes ocres mostraban amplias grietas a punto de resquebrajarse. Cuando abrí la puerta, un olor amaderado inundó mis pulmones. Y en el suelo, un manto de besos marchitados, me marcaba el camino directo hacia nuestro dormitorio. Tus armarios vacíos, la cama hecha y los cuadros de fotos, sin ellas, me anunciaron que este invierno haría mucho frío.
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