lunes, 7 de enero de 2013

Por la gracia de Dios.

En septiembre de 1913 ocurrió un hecho extraordinario. Me disponía a salir de casa cuando, de pronto, una fuerza invisible me paralizó. -Soy el brazo de Dios-, me dijo,-necesito tu cuerpo para reencarnar mi alma. A partir de ahora serás omnipresente, omnipotente y eterna-. -¡Vaya!-exclamé -¡así sea!-. Desde entonces vivo como buenamente puedo con mi huésped. Procuro que mi dedo toque el mayor número de cosas posibles para dotarlas de gracia, aunque últimamente encuentro el alma algo perezosa.

Yira


0 comentarios:

Publicar un comentario