miércoles, 5 de junio de 2013

Cosas del destino

Quizás el destino está escrito de antemano, pero yo creo que la culpa de todo la tuvo el despertador.   Puede que olvidase ponerlo o tal vez se estropeó, el caso es que cuando desperté el sol lucía y yo había perdido el autobús de las 7,30 justo el día más importante de mi carrera.    Para intentar ganar tiempo cogí un taxi y apremié cuanto pude al conductor, quizás exageré pero el caso es que  sin explicarme como, colisionamos con otro vehículo.
En urgencias tardaron en atenderme, ¡ya saben la sanidad pública! así que llegué a la oficina escayolada, dolorida y confusa a las 12,30.     La reunión ya había acabado y había sido un éxito. Todo había ido según el guión salvo que mi jefe me había ninguneado y se había adjudicado todo el mérito del proyecto.   Le hubiera matado allí mismo, pero tuve que sonreír y asistir a la comida coja pero con la mejor de mis sonrisas.   Para templar los nervios bebí demasiado y naturalmente hablé demasiado.   Al terminar la comida, mi jefe me susurró suavemente que estaba despedida. A la mañana siguiente quise estar muerta, pero al mirar atrás solo recordaba que el despertador no había sonado.

desasosegada

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