sábado, 31 de mayo de 2014

Unheimlich

El pequeño fantasma ululaba, aullaba, casi tronaba. Ora se encogía, ora se estiraba, cual minúscula visión informe, tan dúctil es la sustancia de la que vienen hechos los espectros. No alcanzaba a estabilizar su estructura y su sabanita victoriana mal le cubría, revoloteando indecisa entre dibujar volantes de odalisca, pliegues de capa cruzada o bucles de púrpura imperial.

-Baldomarius, al niño le pasa algo.

Quien así habla es su madre, espíritu descabezado de asesina medieval.

-Ha recibido lecciones de fantasmal gallardía, y su maestro Walpurgis es en su arte el mejor. Vuelto ya de su castillo, en la bien lejana Umbría, demuéstranos con su gesto la pericia del mentor.

Sepan que en vida, Baldomarius fuera un lírico mediocre, y nada había mejorado su presunta ars poética en muerte, en su cargo de aparecido principal.

Una voz profunda, venida quién sabe de qué abisal más allá, sentenció en magistral y docto eco:

-Baldemarius, orgulloso cabezota. Appendix filius tuus inflammatus est.



Somnus Tuus

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