martes, 5 de agosto de 2014

Aires de guerra

—Mejor te largas ya —me espetó tras la servilleta—, pero una cosa te advierto —un trozo de espinaca ocultaba parte de su colmillo— que la casa me la quedo yo. Y a los chicos, ni tocarlos.

Resopló exasperada y las llamas de las velas se estremecieron. Entonces se acercó a nuestra mesa un violinista sin tacto para atacar una pieza romántica junto a su melena. Ella clavó muda sus uñas rojas en el inocente mantel blanco y el músico también comprendió que las guerras estallan sin esperar a los postres. Acabábamos de perder la paz y el tiramisú.

La lengua salvada (Mikel Aboitiz)

3 comentarios:

  1. Lograda escena. Lo de la espinaca es todo un hallazgo. Pero... ¿No existe alguna posibilidad, por pequeña que sea, de salvar lo vuestro?

    Saludos de El Manco.

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  2. Perder el tiramisú me parece lo más grave. Es lo que tienen los violinistas. Siempre tocan cuando y donde no toca, y valga la doble redundancia. Qué bien recreas estos conflictos. Y qué penas nos dan aunque nos ocultemos detrás del tiramisú. Y del violinista.

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  3. Muy bueno Mikel. Cortito, punzante y con un toque irónico como a mí me gustan...

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