jueves, 21 de agosto de 2014

La siesta; placer de dioses

“Y al séptimo día descansó” asegura el Génesis.

¿Pero que creen? ¿Qué en los seis anteriores no se tomó ni un momento de reposo?

Seguro que después de trabajar duramente para encontrar un azul irresistible para el mar o para pintar un ojo de agua en cada pluma del pavo real, tuvo que pararse y descansar.

Fijo que eligió para ello una nube blanca y esponjosa en la que reposar sus cansados huesos.

Tal vez buscase para relajarse  un sitio bien ventilado en el que una leve brisa meciera sus cabellos… y así, en un placentero duermevela, soñando con una planta que produjera higos o con la  linea para la cintura de la mujer, perdería dulcemente la consciencia.

Las campanadas del reloj de la plaza me desploman bruscamente sobre el mundo de los mortales y dejo que Yahveh siga con sus “afanes” mientras yo me incorporo a los míos, eso sí, me siento como dios después de una siesta divina.



desasosegada

lunes, 18 de agosto de 2014

Divina luz

Creó, sin dificultades, cadenas montañosas y ríos caudalosos; desiertos secos y azules mares. No encontró problemas para poblar la tierra de animales y plantas. De un soplido, dotó de vida a las aves que surcan los cielos; y un gesto suyo fue suficiente para llenar de peces los océanos.

Sin embargo, cuando le pedimos iluminar el mundo, surgió el dilema. Y, tras comparar las distintas opciones, tan abusivas le parecieron las tarifas que, en un último alarde de generosidad, nos obsequió con el fuego.



Miguel A Algarra (relatos en minúsculas)