-Enséñanos la patita por debajo de la puerta- dijeron los cabritillos.
Al ver que era blanca ya iban a abrir, pero el más pequeño dijo:
- ¿Y si se ha echado harina? Las apariencias engañan.
-Ya habló el listo -dijo el mayor, que era un mandón y además tenía celos de su hermanito-. ¿De dónde sacas esas teorías?
-De las novelas de Sherlock Holmes.
-Me revientan los intelectuales. Si jugases al fútbol como los demás en vez de perder el tiempo leyendo no dirías tantas tonterías.
El pequeñín insistió:
-Además esas pezuñas parecen de lobo, no de cabra.
-¡Vamos abrid ya mismo! A ver si aquí va mandar este enano.
Abrieron y el lobo se comió el primero al mayor, que estaba gordísimo de lo tragaldabas que era. El pequeñín, escondido en la caja del reloj, se frotaba las pezuñas:
-Je, je, ya te lo decía yo. ¡Elemental, querido Watson!
El Manco del Espanto
Al ver que era blanca ya iban a abrir, pero el más pequeño dijo:
- ¿Y si se ha echado harina? Las apariencias engañan.
-Ya habló el listo -dijo el mayor, que era un mandón y además tenía celos de su hermanito-. ¿De dónde sacas esas teorías?
-De las novelas de Sherlock Holmes.
-Me revientan los intelectuales. Si jugases al fútbol como los demás en vez de perder el tiempo leyendo no dirías tantas tonterías.
El pequeñín insistió:
-Además esas pezuñas parecen de lobo, no de cabra.
-¡Vamos abrid ya mismo! A ver si aquí va mandar este enano.
Abrieron y el lobo se comió el primero al mayor, que estaba gordísimo de lo tragaldabas que era. El pequeñín, escondido en la caja del reloj, se frotaba las pezuñas:
-Je, je, ya te lo decía yo. ¡Elemental, querido Watson!
El Manco del Espanto