Le dieron un punto. Lo subió sobre una i diminuta y frágil y esta letra se dispuso a volar. Le colocó bajo una oreja y la frase se ofreció a cuestionar. Lo aupó sobre una ele anoréxica y quedó asustadiza, gritona y exultante. Con un amigo se instaló resuelto sobre una u perdida en la cigüeña, y tras asociarse a una coma excesivamente leve, le alargaron el respiro. Vive con dos amigos y ahora deja abierta la puerta abierta a...que se mantenga abierta y no llegue el final del cuento.
Albada
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Albada

Que preciosa utilidad le has dado al punto!!!!
ResponderEliminar¡Cuánta vida tiene un punto! Tú la describes maravillosamente. Me ha encantado el relato, Albada. Un saludo.
ResponderEliminarGracias Marga ,Gracias Sara.No me animo a usarlo como punto final.
ResponderEliminarDivertido y original, Albada.
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