Ella se había enamorado de su instrumento. Se sentaba con él entre las piernas y lo apretaba contra su pecho, para luego tocarlo despacio o con ávida furia. Él respondía con voz grave y melodiosa, emitiendo notas que la envolvían de placer. Los límites entre sus cuerpos desaparecían, se fundían en una única caja de resonancia.
Doscientos años después, el instrumento llegó a manos de un coleccionista solitario, atraído por la leyenda del "violonchelo con alma de mujer".
Saryle
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Doscientos años después, el instrumento llegó a manos de un coleccionista solitario, atraído por la leyenda del "violonchelo con alma de mujer".
Saryle

Interesantísimo toque erótico para este estupendo microrrelato. ¡Bravo, Saryle!
ResponderEliminarHonradamente...un juego de erotismo sensible y femenino.Enhorabuena.
ResponderEliminarSiempre me pareció interesante esa relación pasional que surge entre el músico y su instrumento.
ResponderEliminarGracias Hank y Albada por vuestros comentarios.
Un saludo.
El darle vida a un instrumento, es la máxima aspiración de un/a músico. En este relato tan entrañable y místico se funden para ser uno solo. Me ha encantado, Sara.
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