miércoles, 22 de junio de 2011

Paisaje

El sol doraba los veleros emproados a una tramontana perezosa que rizaba las olas de la bahía, abanicando las palmas. En el paseo, los amigos hablaban, los niños gritaban y mis ojos te soñaban haciendo ver que leían. La neumática que abandonó uno de los cinco veleros no alteró el paisaje. Solo el pulso del hombre que la cabalgaba hacia la playa se desbocaba mientras, a bordo del velero, otro pulso se apagaba con el sol. Pero no importaba. Cuando la descubrieran, él ya habría cruzado la frontera.

mirina

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2 comentarios:

  1. Me has recordado a mi paisano, Pérez-Reverte, Mirina. La ubicación de la historia es rica para los sentidos del lector, con esos vaivenes de vida dibujando la bahía. Me ha gustado mucho.

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  2. Hola, 21, y gracias por subirme a los altares, jeje. A mí me ha gustado mucho que te guste, un abrazo.

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