Estaba finalmente pasando. Toda esa vida que le rodeaba, se empezaba a
desmoronar. Empezábamos otra estación y, esta vez, coincidente con el
profundo olor a tierra mojada.
Percibía como iba perdiendo parte
del lastre que lo cubría. Como hojas de los árboles, abandonando su
origen, conforme se está alejando nuestro Sol.
Son momentos de vida interior; el único refugio de la soledad más fiel.
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Ah el otoño. Y el olor a tierra mojada. Algo que empieza. Otra vez. Como la vida que se renueva instante a instante. O muere.
ResponderEliminarEn el otoño morirán las hojas que brotarán de nuevo. Unos meses más tarde. Otra vez.
Todas las estaciones tienen particularidades propias. Pero el otoño, tiene algo que lo hace dual, es la vida en contraste con la muerte. En una simbiosis que transforma la piel de nuestra tierra.
ResponderEliminarEs la patria de la melancolía.
Gracias por el comentario, Francisco.
Saludos.
Estoy de acuerdo, hay momentos de vida interior que nos acercan a ese ser dormido en nuestro interior al que casi núnca tenemos acceso.
ResponderEliminarUn abrazo
Asi lo creo. Oculto por nuestro yo extravertido. También es parte de nosotros.
ResponderEliminarOtro abrazo para ti, Marga.