Cada día coincidían en el autobús, hacia una ligera inclinación de cabeza, como saludo entre conocidos no presentados, y recibía un halo de alegría de sus ojos, No había palabras por en medio, se deleitaba con su presencia, y si no lo cogía un día, el viaje se le hacía eterno y sin sentido, pues solo lo hacía por verla. Fueron muchos los meses de está relación, culminando el día que subió acompañada y sus ojos no brillaron ante su gesto. Se bajó en la siguiente parada y se puso a esperar otro. Alfred
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