domingo, 26 de febrero de 2012

Sospecha

Mordió con fuerza la boca del cañón. Amartilló, con lo que giró el barrilete. Apretó el gatillo. En ese fugaz instante, penetró, insidiosa, inesperada, inquietante, una sutil y pavorosa sospecha. Alcanzó a oír el golpeo del percutor y el estallido de la pólvora, a calibrar el infinitesimal hiato recorrido por el proyectil, a sentir el impacto de ingreso, la trayectoria por la masa encefálica, el desgarro de centros neurálgicos, el orificio de salida.

Alcanzó a todo ello.

Esa maldita sospecha.


1 comentario:

  1. ¡Bravo! Se le quitan a uno las ganas de suicidarse. Un micro perfecto.

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