Me asomo, casi sin querer, a la estrecha rendija que separa la noche del día.
Recorro, con los ojos apenas abiertos, los recovecos de tu anatomía dormida y sucumbo al deseo de rozar el firmamento de tu piel con la punta de los dedos.
Y me anclo a tu aliento como quien se amarra a una tabla maltrecha en mitad de un oceano eterno.
Cuando el despertador me obliga a cruzar la frontera del sueño, aún percibo tu calor fundiendo los confines de mi cuerpo mientras abrazo tus formas en el vacío.
Cronopio
Recorro, con los ojos apenas abiertos, los recovecos de tu anatomía dormida y sucumbo al deseo de rozar el firmamento de tu piel con la punta de los dedos.
Y me anclo a tu aliento como quien se amarra a una tabla maltrecha en mitad de un oceano eterno.
Cuando el despertador me obliga a cruzar la frontera del sueño, aún percibo tu calor fundiendo los confines de mi cuerpo mientras abrazo tus formas en el vacío.
Cronopio
!Precioso!
ResponderEliminarGracias, Marga. Me alegra que te lo parezca. Saludos.
ResponderEliminarAún conocida bien la geografía hay veces que una niebla espesa no nos deja ver la realidad de los paisajes y los idealizamos con colores de primavera.
ResponderEliminarTal vez esa idealización no sea más que una especie de placebo que la razón (consciente o inconscientemente) fabrica para hacernos más digerible la espesura.
ResponderEliminarGracias por leer y comentar, Pilar.
Un abrazo.