Dos cosas me definen: mi afición a la literatura truculenta, especialmente Poe, y mi carácter supersticioso. Por esto último, el que mi mujer adoptase un gato negro, al que además llamaba Romeo, fue la gota que colmó nuestras desavenencias. Hartazgo y locura unidos me hicieron maquinar la eliminación y emparedamiento de mi media naranja. No obstante, prevenido por mis lecturas –y aun dirán que la literatura es inútil- decidí liquidar antes al gato. Pero quise hacerlo literariamente, así que lo mandé disecar y lo emparedé con su dueña. Querías gato, pues toma gato, pensaba mientras levantaba el muro. Mas, ay, esa noche unos espeluznantes maullidos lastimeros pusieron en pie a la vecindad. Cuando la policía descubrió el cadáver había además una gatita blanca frotándose contra Romeo. “¡Si es Julieta!”, exclamó una vecina. Al parecer los animales eran uña y carne. Y es que los designios de la literatura son inescrutables.
El Manco del Espanto
El Manco del Espanto
Si es que ya no te dejan ni emparedar a tu cónyuge con tranquilidad... Yo le encargué el trabajito a unos simpáticos chinos que tienen un restaurante en la esquina, y no dejaron ni las uñas del animalito. Del gato, me refiero...
ResponderEliminarSeguro que les saieron exquisitos los... emparedados, je, je.
ResponderEliminarSaludos, Andrés.
El Manco