jueves, 4 de abril de 2013

Un admirador de Poe

Dos cosas me definen: mi afición a la literatura truculenta, especialmente Poe, y mi carácter supersticioso. Por esto último, el que mi mujer adoptase un gato negro, al que además llamaba Romeo, fue la gota que colmó nuestras desavenencias. Hartazgo y locura unidos me hicieron maquinar la eliminación y emparedamiento de mi media naranja. No obstante, prevenido por mis lecturas –y aun dirán que la literatura es inútil- decidí liquidar antes al gato. Pero quise hacerlo literariamente, así que lo mandé disecar y lo emparedé con su dueña. Querías gato, pues toma gato, pensaba mientras levantaba el muro. Mas, ay, esa noche unos espeluznantes maullidos lastimeros pusieron en pie a la vecindad. Cuando la policía descubrió el cadáver había además una gatita blanca frotándose contra Romeo. “¡Si es Julieta!”, exclamó una vecina. Al parecer los animales eran uña y carne. Y es que los designios de la literatura son inescrutables.

El Manco del Espanto

2 comentarios:

  1. Si es que ya no te dejan ni emparedar a tu cónyuge con tranquilidad... Yo le encargué el trabajito a unos simpáticos chinos que tienen un restaurante en la esquina, y no dejaron ni las uñas del animalito. Del gato, me refiero...

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  2. Seguro que les saieron exquisitos los... emparedados, je, je.

    Saludos, Andrés.

    El Manco

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