Me hubiera gustado presentarles a mi madre, pero ya es tarde.
Durante mi infancia era una mujer altíiisima (ni se imaginan lo que había que estirar el brazo para coger su mano y lo que me tocaba correr para seguir su ritmo) y extraordinariamente poderosa; podía curar un dolor con besos o colocar la luna sobre nuestra casa para su luz nos velase.
Gradualmente pareció encogerse hasta que tuvimos la misma altura !que cosas! .Su carácter también cambió: se volvió bastante pesadita, todo el día preguntando donde o con quien estábamos.
Y siguió la vida.
Un buen día, fui yo quien se convirtió en madre y ella descargó de mis hombros todo lo que los suyos pudieron asumir.
Y siguió la vida hasta convertirla en una anciana pequeñita con un aire conmovedor de desamparo que me hacia sentir enorme y poderosa. Tuve que convertirme en sus brazos, en sus piernas y finalmente en su cabeza.
Ahora que ya no me oye he de confesarles que no fue perfecta, ni muchísimo menos, pero fue la mejor madre que pude tener.
desasosegada