Los martinetes de la pianola fueron avanzando. Primero como borbotones de notas enfebrecidas y posteriormente entonando una melodía lánguida, que dejó el comedor saturado de lágrimas derrotadas por la nostalgia del olor a rosas frescas.
El anciano, con el batín a cuadros escoceses, secó la humedad salada con la punta de un pañuelo cuyas iniciales bordadas le ataban a su identidad.
Agarrando dos puntas de la funda de seda, volvió a cubrir el artificio, por otros veinte años más.
Albada
El anciano, con el batín a cuadros escoceses, secó la humedad salada con la punta de un pañuelo cuyas iniciales bordadas le ataban a su identidad.
Agarrando dos puntas de la funda de seda, volvió a cubrir el artificio, por otros veinte años más.
Albada
En los rollos estaban todas las canciones que una familia unida había cantado en las celebraciones, ahora eran papeles amarillentos que sonaban con el eco de una estancia vacía.
ResponderEliminarUn abrazo y gracias por tan emotivo micro.
Gracias a ti por tu lectura. Y si, de alguna forma, te ha llevado a pergaminos amarillos de una familia inventada... más agradecimiento.
EliminarUn abrazo.
Es muy tierno, escribes muy bonito, Albada. Un placer leerte.
ResponderEliminarGracias anónimo. Por tu lectura cómplice en sensibilidad.
EliminarUn saludo.
La sensibilidad con mayúscula, convertida en relato. Como siempre, te felicito
ResponderEliminarUn abrazo
country49
Gracias por tu lectura. Y por tus palabras.
EliminarUn abrazo.