jueves, 25 de abril de 2013

Del precio de la muerte y del kilo de tomates

Cuando supo la noticia de su fallecimiento, estaba comprando tomates. Los palpaba con la mano envuelta en el guante de plástico e introducía los elegidos en la cesta. El móvil sonó dentro de su bolso, se atropelló un poco hasta que consiguió responder. -¿Es usted la esposa de Luis González? Lo supo, en ese instante mismo lo supo, y ella estaba allí, entre tomates. Días más tarde, ante la fatalidad de no haberse ido con él, solo podía pensar y desear haber estado en casa con un café, con un libro, ante la tele, pero en casa, el santuario que habían edificado juntos. No soportaba la idea de haber estado frente a unos tomates sin haber siquiera intuido que él en esos momentos exhalaba su último aliento, probablemente deseando aferrarse a la vida para continuar a su lado. El destino había querido que ella le dedicara su último pensamiento en vida degustando el ragú que tan bien sabía preparar, pero justo unos segundos antes pensaba que el kilo de tomates estaba más caro. El drama superlativo del fin del otro no merece algo tan prosaico. Aquella tarde, en aquel supermercado, los megáfonos alertaron al personal de seguridad para que acudieran a la sección de frutas y verduras.



miércoles, 24 de abril de 2013

"...divaguemos ligeros, que nos lleve el viento?"

los bancos no dan crédito y las postales ya no llegan a esta parte de la metrópoli…Estancos y tabernas, no busques librerías ni bibliotecas…aquí en la esquina encontrarás ganjah y coñac de caña, guarapo y otras hierbas. Han desembarcado los marines y arman bronca con los Hare Krishna, y los negros rastafaris, bailan sus danzas ancestrales de soca y calipso y los “cacerolas de acero” crean música con viejos barriles de petróleo. De una ventana de tronco colonial, acecha mister voodoo…Cuelgan carteles despellejados de Malcolm X y Martin Luther King y “Alístate, lucha por tu país” y frases insurrectas del Black power…la existencia fluye casi siempre con gentes atribuladas, sin prisas, descoloridas y naufragadas, presenciando un partido de futbol en un pequeño televisor sin voz, sin color, agitados los matices del arrebato…un reverendo grita: “Jesús vive entre nosotros” y un visionario despotrica contra la multitud, dice algo sobre la torre de babel y el fenecimiento del mundo por las plagas del Apocalipsis. La policía carga contra los panteras negras, que defienden a los hermanos de la parroquia…esto es un collage viviente, y así, en cada jornada, hierve el puchero en el infierno de tantos suburbios, en esta tierra socialmente enfermiza…y nada puedes hacer, salvo, esperar tu ración de garbanzos…

kim Bertran Canut

martes, 23 de abril de 2013

El corrector incorregible

Mi mujer se llama Bibi, y siempre se está quejando de mi deformación profesional. Soy corrector de textos, y de los mejores. ¿Qué le voy a hacer? Bibi no soporta que siempre vaya recogiendo todos los papeles del suelo y encima los lea de principio a fin. O de fin a principio, porque además tengo la manía de empezarlos por el final. Y que, atento sólo a la ortografía y al estilo, ni siquiera me entere del contenido de lo que leo. Hoy mismo, al volver de la editorial, he encontrado en el portal de casa esta nota manuscrita que alguien ha perdido. Es evidentemente una nota confidencial, pero ¿en qué dirán ustedes que me fijo yo? Pues en la “k” de ese “te kiero” de despedida, escrito así, con “k”, estilo bakala, o perroflauta, o qué se yo. La gente escribe que da pena. O en ese “Dale ya puerta a tu maromo y píratelas conmigo”, que no puede ser más barriobajero. ¿Qué va a ser de nuestro idioma? Y sobre todo vean este desastroso encabezamiento: “Querida Viviana”. ¡Con dos uves, por favor, qué disparate, cuando es bien sabido que se escribe con dos bes! ¿Adónde vamos a llegar?

El Manco del Espanto

Compatibilidad obsesivo compulsiva

Tenía un TOC, trastorno obsesivo compulsivo. En las escaleras, por cada dos peldaños que subía, bajaba uno. No podía evitarlo, si subía de una vez, algo horrible pasaría y él sería el culpable por desencadenar el bucle caótico del efecto mariposa. Cuando alguien le miraba raro, decía: "Prescripción médica, tengo que ejercitar las articulaciones". Aquel día, estaba deseando llegar a casa para darle un beso y más a su mujer. El ascensor no bajaba y vivían en el noveno piso. Se lamentó lo justo y empezó: "Subo dos, bajo uno, subo dos, bajo uno..." Entró y la encontró en la ducha. El esfuerzo había merecido la pena. Unos minutos antes, el vecino había llamado a la puerta, venía a por azúcar, ella fue generosa y le ofreció el mejor almíbar de caña. Había mirado el reloj, él no tardaría en llegar. Invitó a pasar a su vecino y salió un momento al pasillo, llamó al ascensor y bloqueó la puerta dejándola abierta. Así ganaría tiempo, incluso el doble "subo dos, bajo uno". Tenía un trastorno obsesivo compulsivo, no podía evitar serle infiel a su marido, si no lo hacía, algo iría mal: quererle a pesar de todas sus manías.



domingo, 21 de abril de 2013

En el cementerio...

Frescas losas… dan ganas de tumbarse a leerle, un poema, al maestro y pasear por las angostas callejuelas, admirando el paisaje, cipreses y a sus “gentes” que descansan in eternum…es curioso como cuidamos nuestros mausoleos y pirámides, según la religión, raza y cultura…unos en la tumba, tienen unas entradas para ponerles comida y especias y además deben mirar hacia la meca, otros llevan flores, otros van a comer, beber y cantar al lado de “su muerto” para estar toda la familia…”Están locos estos romanos”…diría que vivimos mejor muertos…ajajá. Bien, vayámonos a dormir y descansemos en paz que diría Poe…

Kim Bertran Canut